Pues aquí nos encontramos de nuevo, en vuestro blog favorito sobre todo lo relacionado con la educación, y todo lo que va más allá...?
Hoy tratamos el tema del título, no en el sentido institucional, sino en el aula: Como profesores, todos queremos que nuestros alumnos participen en clase, en parte porque nos hace ilusión que aprendan, y que sean tan curiosos como los lectores de este blog, en parte porque, de no hacerlo, nuestro trabajo se vuelve bastante aburrido: Mientras ocupamos nuestro puesto al pie del encerado, en un ejercicio de escapismo de la realidad intentamos contemplar la clase desde una de sus ventanas, ¿y qué vemos?
Un profesor aburrido con su propio rtabajo, algunos alumnos fijando la vista en un punto estratégico de la clase para que no se note que no están prestando atención mientras piensan en sus cosas, alumnos del fondo de la clase hablando, alguno incluso está bostezando... No ayuda que sea mayo y prácticamente todos los presentes preferirían echarse una siesta a estar donde están.
Las causas de la no participación pueden ser muchas, demasiadas incluso para pretender hacer un estudio sobre ellas, lo que buscamos es minimizarlas, y aunque no pretendo descubrir América en este post, voy a intentar establecer una serie de mecanismos de los que nos podemos servir:
1-) Terapia de impacto: Mi favorita! No sólo en el campo pedagógico, en tus interacciones sociales del día a día, un buen choque con las expectativas siempre es algo bien recibido, pero en la educación tiene consecuencias especialmente valiosas. Hay que intentar, en la medida de lo posible, cuestionar el conocimiento básico de los alumnos en las diferentes asignaturas, no para ponerlos en evidencia delante de toda la clase, por supuesto que no, sino porque este tipo de prácticas generan curiosidad: Si el profesor es capaz de apuntar a mi conocimiento más básico, ponerlo en duda e incluso hacerme reflexionar sobre él, ¿En qué otras cosas puedo estar equivocado?
Puede que no funcione con todos los tipos de estudiantes, pero este sistema siempre ha provocado un impacto muy positivo en mi aprendizaje.
2-) El alumno como centro de la clase: Esta es una idea tan antigua como la propia educación pero oye, estamos hablando de lo que estamos hablando. Es algo que se da de forma muy frecuente en las aulas de todo el mundo: Los alumnos haciendo exposiciones sobre dios sabe qué tema, planteando debates... Es eficaz, haces que el alumno tenga que entrar de lleno en la materia para luego exponerla con cierto rigor delante de sus compañeros, pero al menos por las experiencias que he vivido, este modelo puede tener sustanciales mejoras, la principal siendo la selección de temas.
Normalmente hay una serie de temas propuestos por el profesor, otra serie de grupos de alumnos y se reparten estos temas al azar, o por voluntarios. ¿No sería mejor que los alumnos eligiesen sus propios temas? Entiendo que la falta de conocimiento sobre una determinada materia ponga dificultades a este proceso, y en ese caso sí que podría intervenir el profesor para ofrecer cierta guía a sus alumnos, pero creo que como docentes no deberíamos tener miedo a que un alumno se atreva a relacionar sus gustos personales con cualquier ámbito de la asignatura a estudiar: Si de alguna forma me puedes hacer un trabajo sobre física hablando de, qué se yo,fútbol, no sólo vas a hacer la clase más entretenida para el alumno que está desarrollando esa idea, sino que el resto de compañeros también van a disfrutar más de ella, porque no están oyendo (que no escuchando), las mismas ideas una y otra vez.
3-) El miedo al error: Y creo que esto es un tema más cultural, que propio de la escuela. Tener miedo a equivocarse es una majadería, ¿Cómo no se va a equivocar nadie nunca? Pues no hablando, claro. Supongo que todos habremos vivido esas situaciones en las que cometes un error, el profesor da cuenta de ello y poco rato después sospechosamente se oye una risa por el fondo de la clase: No es algo que se disfrute, y muchas veces la elcción que aprende uno es que simplemente si no habla, no se equivoca.
Para cambiar esta actitud es necesario que el profesor insista en que los errores no son algo malo, sino todo lo contrario, cuanto más se equivoca una persona más aprende, y aquel que no se equivoca nunca... Bueno yo no he conocido nunca a nadie de estas características, pero si alguno de vosotros sí lo ha hecho que me lo ponga por comentarios.
Y estas son 3 de las infinitas medidas que podemos aplicar en nuestras aulas para mejorar la participación, es posible que en el futuro comparta las visiones que considero pueden ser más controvertidas en este aspecto, también es posible que no lo haga.
Os veo por aquí!
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