Discutiremos en esta entrada aquellas dudas que deja tras de sí la obra: Libro blanco de la profesión docente (y su entorno escolar).
Me considero una persona optimista, en la mayoría de los aspectos de la vida: Deduzco la bondad de los demás, veo el vaso medio lleno, afronto los problemas con alegría, pero no me es posible la lectura de este texto desde una perspectiva optimista: Tal vez porque sea un tema sobre el que he reflexionado bastante, pero a pesar de que quiero compartir la visión del autor sobre el estado y las necesidades de la educación, simplemente no puedo.
Vivimos en un país curioso, en tiempos curiosos. España es un país construido y dependiente de su gente: La educación, la sanidad, las pensiones... La sociedad del bienestar en general es bastante bien recibida, pero tenemos un problema de confianza. Un problema por supuesto justificado, dada la nula calidad de los políticos más importantes en los últimos años, pero estos problemas de confianza han dado lugar al desarrollo de actitudes frente a instituciones públicas de rechazo y sospecha.
Es esta la principal razón por la que creo que cualquier cambio sustancial que se pretenda hacer a la educación, a pesar de tener apoyo gubernamental, no gozará con el respaldo de la mayoría de la población. La mayoría de los españoles quieren cambios, no tenemos muy claro en qué dirección los queremos en la mayoría de casos, pero sabemos que queremos cambios, y cuando se habla en este libro blanco sobre los cambios que se pueden dar en la educación alrededor de la figura del profesor y los centros escolares, una parte de nosotros se alegra de verlos, pero hay otra parte de nuestra identidad, mucho más importante a la que no podemos silenciar:
No podemos fiarnos de nadie; De los políticos, de las instituciones públicas, de los profesores, ni mucho menos de los centros. Oímos historias de terror sobre cómo, en ciertas regiones del país, se manipulan hechos históricos desde las editoriales para servir a no sé que narrativa política, y nos pensamos que los centros escolares están desarrollando esta especie de carrera adoctrinadora contra si mismos para ver quén puede polarizar a sus alumnos en el menor tiempo posible.
Si bien es cierto que esta actitud está, como hemos dicho anteriormente, completamente justificada, cuando los españoles queramos realizar algún cambio significativo en la educación, es necesario mirarnos al espejo y admitir que no podemos mirar a toda institución pública con la lente de la sospecha, todos nos creemos por encima del sistema, y esa es una actitud muy tóxica para una sociedad que pretende no sólo prosperar, sino revisar su ideología, sus actitudes, sus valores, y evolucionar en base a ellos.
Tal como pide este libro blanco, demos mayor libertad y responsabilidad a los centros y sus profesores, demos ese salto de fe, total, ¿Qué podemos perder en el camino? En una España en la que cada 3 días parece salir a la luz una nueva ley educativa, ¿Realmente arriesgamos algo significativo al pasar por el aro una vez más?
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