Queridos lectores es posible que os haya mentido en mi última entrada, aunque no fuese con buenas ni malas intenciones. Dar fin, por el tiempo que sea, a un blog como este, es algo que me apena, y reflexionando sobre ello creo que he dado con una manera de mantenerlo con vida, aun sin mantenimiento, y va a ser gracias a vosotros, los curiosos. En este blog se han tratado temas ciertamente interesantes, o al menos eso pienso yo. Esa es la belleza de la subjetividad, lo que a mi me puede apasionar, a ti te puede producir la más profunda indiferencia, y esa es la belleza que quiero dar a conocer a todo aquel que se pase por este blog. Lector del futuro: El creador de este vertedero, Raúl Mínguez, te saluda orgulloso, y te invita a hacer historia, a ser un verdadero explorador, a dejar tu marca en el mundo. Hayas leído una, dos, cinco o todas las entradas de este blog, te invito a dejar en los comentarios de este post un mensaje, pero no para la persona detrás de este vertedero, sino para
Bienvenidos a la que será mi última entrada, al menos por un tiempo hasta que los cielos se aclaren. Aunque no tuve el privilegio de estar el último día de clase con vosotros para hablar sobre los objetos personales que os definen, que dicen algo sobre vosotros, he pensado que podría compartir el mío por aquí. Imagino que algunos estaréis pensando que voy a presentaros algo muy extravagante, muchos pensareis que se complementa con mi personalidad, y de ahí viene el título de esta entrada: Me considero un hombre ciertamente simple, y no creo que eso sea malo. Podría matarme a pensar en un objeto que presentase una imagen de mí que sirviese a mis deseos vanidosos, pero no me respresentaría *a mí*. Como he dicho, soy un hombre simple, y por eso os voy a presentar un objeto que muchos consideraréis sin mayor importancia, pero para mí sí la tiene. He compartido en alguna de mis entradas que en mi vida ha habido bastante arrepentimiento, por lo tanto no tengo muchos objetos que representen